Acoso escolar e institucional (Pincha en la imagen)

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ACOSO ESCOLAR E INSTITUCIONAL (Pincha en la imagen)

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miércoles, 10 de julio de 2013

De cómo sobreviví al bullying

 

12Anders era un niño solitario. Solitario e infeliz. Infeliz, que no necesariamente triste, sino más bien fuera de lugar, incómodo, insatisfecho con lo que el mundo tenía que ofrecerle.

Anders era un niño bajito, con los incisivos demasiado largos y una voz aguda. Por si esto no fuese suficiente motivo de burla, Anders era listo, demasiado listo quizás, un sabihondo, de esos que no le caen bien a nadie. A Anders no le gustaban los deportes, ni los ejercicios físicos. A Anders le gustaba aprender, leer, investigar y observar. Anders era una biblioteca humana a la que los demás niños le preguntaban cosas para reírse de él. Para reírse de sus… ¿conocimientos?

La verdad es que a Anders nunca se le dio demasiado bien relacionarse con la gente. Hablaba demasiado, era demasiado sincero, olvidaba las convenciones sociales y nunca encajó entre los niños de su edad. Anders se expresaba en voz muy alta y contaba cosas de los libros que leía, cosas que no interesaban a nadie.

Para terminar el cuadro, Anders era el hijo de un profesor, un enchufado, un un niño mimado… Un inadaptado y un paria. Anders era ese último niño que elegían a la hora de hacer los equipos en la clase de gimnasia. El niño que hablaba solo, caminando por el mundo real, pero viviendo en un mundo de fantasía paralelo.

Supongo que a Anders no le gustaba ir a clase, que se aburría con las explicaciones de los profesores y preferiría evitar la presencia de sus compañeros. No lo sé, nunca le conocí tan profundamente como para saber qué era lo que quería, tal vez ni él mismo lo supiese.

Pero sí tenía muy claro lo que no quería: No quería vejaciones ni burlas, no quería insultos, no quería el desprecio que recibía, no quería que le quitasen sus cosas ni que escondiesen su material escolar… Y cuando creciese algunos años, tampoco querría que le pegasen o que le amenazasen. Esas eran las cosas que Anders no quería.

Un día llegó un paquete a casa de Anders. En apariencia, era una caja blanca con un montón de cables y luces, que hacía un ruido muy raro cuando la enchufabas al ordenador y a la que sus padres llamaban “ruter”. En realidad era la llave a un mundo que Anders no había pensado que existiese. Un mundo que iba a ser primordial en su vida: Internet.

Anders entró en Internet con reservas al principio. La caja blanca conectaba con otra gente, y la gente nunca le había tratado bien. Así que se presentó como una sombra. Calló, observó y aprendió. Y le gustó lo que vio. Allí había gente mucho más despreocupada y tolerante que en el mundo real. Gente que le trataba como a un igual, gente que lo elogiaba y lo apreciaba. La dictadura de los matones, de los descerebrados, de los ignorantes, no tenía poder allí. Pero aún así tenía miedo. Tal vez no estuviese a la altura, tal vez un paso en falso le arrebatase todo aquello. Así pues, y para estar seguros, a lo largo de los años fue construyendo a un tal Haplo.

Haplo era lo contrario de Anders. Era seguro y sabía qué decir en todo momento. Era listo, pero no hasta el punto de ser desagradable. No sonreía en las fotos, así sus enormes incisivos quedaban ocultos. Nunca se fotografiaba junto con otra gente, así que nadie conocía su altura real.. Escribía correctamente, siempre en minúsculas, y nadie se percataba de que su voz era aguda o de que hablaba muy alto.

Y sobre todo, no se dejaba avasallar. Construía sus argumentos utilizando la lógica, se atrevía a dar réplica sin temer la fuerza física de sus interlocutores. Sorprendía a la gente con sus ideas y por primera vez, sus conocimientos no eran motivo de burla.

Haplo sabía hacer páginas web, y escribía relatos que gustaban a todo el mundo. Haplo sabía dónde encontrar lo mejor de Internet, donde descargar cosas que todavía no habían aparecido en su país. Y Haplo sabía tratar con la gente, sabía hacer y conservar amigos, ser persuasivo e incluso seductor.

Con el tiempo se fue convirtiendo en un líder, en una persona a la que la gente seguía, a la que la gente escuchaba, a la que la gente pedía consejo.

Pero Anders seguía siendo un niño solitario. Nadie que conociese a Haplo conocía también a Anders, ni viceversa. Era una doble vida en toda regla. Y siempre que alguien hacía alguna alusión a Internet o a sus actividades allí, Anders se ponía rojo de ira y cambiaba rápidamente de tema. Si la gente del mundo real entraban en Internet, iban a estropearlo.

Con el tiempo, Anders fue creciendo, y Haplo también. El uno aprendía del otro y el otro aprendía del uno. Anders enseñaba a Haplo las cosas malas del mundo real, las injusticias, las cosas contra las que Haplo querría luchar, y Haplo enseñaba a Anders a ser más seguro, a valerse por sí mismo. Tanto fue así, que llegó el punto en el que la línea entre ambos empezó a difuminarse.

Gracias a la ayuda de Haplo, Anders empezó a defenderse de las agresiones en el mundo real, empezó a aceptar que aquellas cosas que había considerado sus defectos, en realidad eran una fortaleza, un rasgo distintivo, algo de lo que enorgullecerse.

Aquello que había supuesto su ruina y su calvario años antes, hizo de Anders una persona fuerte e independiente, una persona capaz de valerse por sí misma que podía ver el mundo desde muchos ángulos y prismas. Anders fue uno entre un millón, no a pesar de su entorno hostil, sino gracias a él. Todos los rasgos que había extraído de su vida diaria para dárselos a Haplo habían vuelto a él intensificados, multiplicados por mil.

Aunque Anders había llegado a pensar que Haplo no era más que un personaje, acabó por darse cuenta de que había sido él mismo, la parte más profunda y real de él, todo aquel tiempo, desde el primer día. Así que adoptó su nombre (un nombre que le era mucho más agradable y no le recordaba aquella etapa tan triste) y se embarcó en una vida exitosa y feliz.

Tal vez tú seas como Anders, tal vez seas la pieza que no encaja, aquel al que su entorno le ha ofrecido siempre su cara más amarga. Y tal vez este vídeo te haya demostrado que dentro de ti hay una persona fantástica a la que su entorno no ha dejado salir. Y tal vez, y sólo tal vez, decidas coger las riendas de tu vida y convertir tus defectos en tu fortaleza, tal y como hice yo.

Fuente:

http://haplo.es/

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